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Foto del escritorImágenes Médicas Dr. Chavarría Estrada

La virgencita me hizo el milagro. Testimonio por Joel Quesada

La noche de aquel frío martes de agosto, del presente año, no pude dormir. No era miedo lo que sentía, era terror. La cita que había tenido por la mañana, con mi médico particular, era la culpable.


−Necesito que se haga una Resonancia Magnética, me dijo el galeno, algo no anda bien en su tórax.

−¡Será algo grave, doctor?, pregunté.

−¡Mejor esperemos el resultado de la resonancia!, me contestó.


El día miércoles, muy de mañana, salí a enfrentar mis temores. La Uruca era mi meta. Mi angustia aumentaba a medida que me iba desplazando por una ruta colmada de vehículos.


Cuando, después de haber salvado cientos de obstáculos, pude llegar a La Clínica Imágenes Médicas Dr. Chavarría Estrada, mis temores fueron disminuyendo, aunque en honor a la verdad aún estaba muy nervioso. Un guarda, muy respetuoso y gentil me invitó a pasar y me indicó la Oficina de Recepción. La recepcionista, tan eficiente como amable, tomó mis datos al tiempo que me invitaba a sentarme en la sala de espera y me dijo: “El doctor lo atenderá en unos minutos”.


Sentada a mi lado, una joven señora, mostraba una cara de felicidad que, al contemplarlo por un instante, me hizo sentir mucho mejor.


−¿Está nervioso, señor? – me preguntó cariñosamente.

−¡Sí, estoy muy preocupado! -respondí.

−Lo entiendo perfectamente – me dijo. Yo, hace unos meses estaba más nerviosa que lo que usted está hoy. Le voy a contar: Yo vengo de la región de Los Santos, hace un tiempo me comenzaron unos dolores muy fuertes y fui al médico, el resultado: “Su caso es muy avanzado, es muy difícil que una intervención quirúrgica resuelva sus problemas, arregle sus cosas porque le quedan pocos meses de vida”.


»¿Se imagina usted lo que yo sentí? Salí del consultorio de ese doctor llorando desconsoladamente.


»Cuando mi esposo regresó del trabajo le conté, entre sollozos, lo que me acontecía.


»−Tranquila, Rosa, me dijo, todavía tenemos dos alternativas: Vamos a orar a la Virgen de Los Ángeles por un milagro y vamos a pedir una segunda opinión a otro médico.


»Ese mismo día comenzamos a orar, por mi salud, a la Virgencita. Dos días después ya habíamos solicitado información telefónica a esta Clínica. Inmediatamente después de que El Consejo Médico de este lugar conociera mi caso, me hicieron los exámenes respectivos y me sometieron a un tratamiento, en una sala aislada donde yo estaba sola y una máquina hacía mi curación.


»Cada vez que ese equipo, tan raro, me rozaba, yo sentía que era la mano de la Virgencita la que me estaba curando. El tratamiento era tan indoloro que se podría hasta decir que era agradable.


»¡Y aquí estoy, completamente curada! A quienes les cuento mi historia, me dicen que el tratamiento me lo hizo un robot guiado por una computadora y que durante el proceso los médicos especializados estaban atentos al tratamiento. A mí no me convencen con esos argumentos, yo no sé nada de robótica y tampoco de computadoras y de algo más que mencionan como radiocirugía y otras cosas más; yo estoy convencida que la  Virgencita era quien guiaba esa máquina y que los médicos eran ángeles que la estaban acompañando. Estoy segura: la Virgencita me hizo el milagro».


Una enfermera, muy simpática, interrumpió nuestra conversación y se llevó a doña Rosa para un chequeo. A partir de ese momento me sentí más calmado. Los exámenes que me hicieron ese día guiaron a los especialistas del Centro quienes iniciaron mi tratamiento de forma inmediata.


Hoy, tres meses después, me siento muy bien. Los médicos diagnostican una recuperación casi total y mis expectativas de vida se han incrementado exponencialmente. Pienso que mi recuperación se debe a varias razones: la intervención inmediata de un grupo de profesionales colegiado, las nuevas tecnologías con las que cuenta esta clínica (únicas en nuestra región) y los ánimos que me infundió doña Rosa, una señora a quien no conocía y que me llenó de optimismo.





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